Nos querían tontos y ahora se quejan de que somos demasiado
tontos. Querían que pusiéramos morritos en los selfies y ahora un tío que pone
morritos como nosotros aparece en los selfies de todos los telediarios mundiales.
Querían que nos preocupáramos más por los implantes de pelo y las siliconas de pecho
que por los derechos sociales y demás zarandajas y ahora tenemos a una pareja
que por fin representa nuestros ideales. Nos querían sin capacidad de
raciocinio más allá de la simplificación y el insulto, y por fin tenemos un
líder mundial capaz de aunar ambas cosas con naturalidad. Nos querían machistas, racistas -que el capitalismo funciona mejor con la
mitad de la población sometida, haciendo el trabajo sucio gratis o por muy poco-,
y por fin tenemos a un macho depredador y kukluxklanero que nos encarna.
No sé de verdad de qué se queja el establishment, esa
normalidad bienpensante, garante de la democracia, si por fin tenemos todo aquello
por lo que han estado luchado durante años.
Trump es un síntoma pero no es la enfermedad. La enfermedad contraída
se llama: avaricia crónica de un sistema que ha apostado por la política de
marketing, hueca y tramposa, para que se enriquezcan obscenamente cuatro, por la manipulación de la prensa, por el
desprecio cada vez mayor de los hechos en favor de las opiniones (yo también
tengo una), por el deseo de que proliferen los ciudadanos de gran hermano y
sálvame, por la reivindicación de la incultura, del chonismo, del poligonerisno
en todas sus facetas.
Esa es la enfermedad. Y lo peor es que el sistema trata de
destruir su cura, machaca a aquellos que de verdad quieren frenar
el fascismo y la sinrazón. Los considera virus y los ataca. ¡populistas todos!
En fin, que estamos malitos pero no desahuciados. Guardemos cama
y resistamos bajo las mantas.
1 comentario:
Humano, demasiado humano
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